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Antes de comenzar a escribir, ya se pasean por mi cabeza cientos de imágenes de nuestro paso por tierras birmanas.
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Descubrimos esa joya llamada Bagan, navegamos las calmas aguas del lago Inle, y paseamos de lo lindo por Mandalay y sus pequeñas ciudades imperiales que la rodean.
Hicimos nuevos amigos: Cris y Maida. Chilenos como nosotros. Buenísima onda. Nos conocimos al llegar al país, en el Aeropuerto de Mandalay. Y al parecer el destino nos quiso volver a juntar porque después nos encontramos en Bagan y Lago Inle.
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Compartimos lindos momentos y a la hora de despedirse nos dió pena. Cuando nos volveríamos a ver? Ellos, después de unos años en Barcelona, volvían a Chile. Nosotros, después de vivir toda la vida en Chile, nos quedaba viaje por Asia para rato y después nos iríamos a instalar a Vancouver. Osea, no nos veríamos hasta al menos un par de años más. Por eso la pena.
Bueno, después de un fuerte abrazo, se venía la aventura para lograr salir de Myanmar y volver a Bangkok.
Nos pasó a buscar un tuk tuk, que nos dejó en un cruce de carretera. Habían turistas con mochilas esperando buses, lo cual era una buena señal. La mala señal? llevábamos más de 1 hora y media esperando, pasaron más de 10 buses, pero el nuestro, ni la sombra. Algunos buses eran megaVIP y otros apenas podían reclinar los asientos. Se nos venía un viaje de noche, de 7 pm a 4 am. Desde Lago Inle a Mandalay.
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Viaje nocturno en bus de Inle lake a Mandalay junto al monje parlanchín.
Finalmente y tras casi 2 horas de espera, pasó nuestro bus!! No era Vip, pero tampoco era malito. Ibamos pocos, pero en el camino se empezó a subir más gente. Todos locales. Ya eran como las 10 de la noche, la gente en el bus ya dormía y de pronto el bus para y se sube un monje. De esos con túnicas rojizas (no naranja)
Se sentó al otro lado del pasillo, al lado nuestro. Olía mal, muy mal. Sus ropajes expelían un fuerte pipí eau the toilette. Y este monje comenzó a hablar solo muy alto. La gente se despertó , pero por allá respetan mucho a los monjes y nadie lo iba a hacer callar.
Lo observé y tenía pegado a su mejilla algo mientras hablaba y obvio, estaba hablando por celular.
El monólogo del monje se estaba extendiendo demasiado. No hablaba, gritaba, y la gente quería silencio. Lo seguí mirando, hasta que me percaté y le comenté a mi marido «Mira, lo que tiene en su mano no es un teléfono, es su billetera»!!! Y así estuvimos como una hora más muertos de la risa mirando a este viejo loco que le contaba quizás que cosas, a su billetera…hasta que al fin «se despidió y cortó».
Y así pasaron las horas, sentados en un bus toda la noche al lado del «monje loco» como le pusimos.
Por supuesto no pudimos dormir nada y llegamos a Mandalay a las 4 am. Estaba aún de noche y no sabíamos qué tan lejos quedaba el aeropuerto. Al mediodía salía nuestro avión a Tailandia y la «estación de buses» no era nada. Ni baño, ni cafetería para tomar desayuno, nada. Entonces tampoco nos quedaríamos ahí esperando que amaneciera. Y decidimos irnos al aeropuerto.
Tremendo susto rumbo al aeropuerto.
Después de regatear con un par de taxistas, decidimos partir con un señor que se veía muy amable como cualquier birmano. Y una vez arriba del taxi, se suben 2 amigos acompañando al taxista. Uno de copiloto, y el otro, atrás de nosotros, que íbamos al medio. Al poner en la maleta del auto station nuestras mochilas, y al ver que uno de los tipos se estaba subiendo atrás, y el otro de copiloto, mi marido le pregutno al chofer si acaso era necesario ir con compañía. Y el chofer muerto de risa, nos dijo que nos relajáramos y que ellos eran sus amigos. Bueno, no teníamos mucha opción y confiámos.
Estaba de noche, muy oscuro, íbamos en medio de una carretera que apenas tenía unos faroles que iluminaban el camino. En ningún momento sentimos una energía como de peligro…
…Hasta que de pronto, el tipo se salió del camino!!!
Comenzó a andar por un camino paralelo a la carretera que estaba más oscuro aún y nos miramos alerta. Mi marido le dijo que íbamos al aeropuerto. Qué camino era ese? Empezamos a hablar entre nosotros sobre la situación. Qué hacemos si para el auto? Qué hacemos si…nooo chao, no pensemos en eso. Nuestros corazones estaban disparados. Eramos dos contra tres! Yo me senté como de costado «super relajada» conversando con mi marido, y con el ojo encima del tipo que iba atrás de mi amado. Nos tomamos la mano fuerte, y hacia mis adentros recé por nuestras vidas.
El momento de tensión duró unos cinco a diez minutos, pero fueron horas. Fue en los 7 meses de todo el viaje por Asia, EL UNICO instante donde sentimos MIEDO!
Pero gracias a Dios, mis abuelitos, y todos los ángeles que nos cuidan, no pasó nada.
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El tipo que manejaba simplemente tomó un atajo para llevarnos al aeropuerto.
Todo lo demás fue una fuerte influencia hollywoodense.
Y ahí nos dejó, en medio de una noche oscura, en un aeropuerto que estaba completamente vacío! Estar tocando la puerta de vidrio de un aeropuerto para ver si venía un guardia que nos dejara entrar, es lo mas onírico que me ha pasado.
Y llegó alguien con cara de «me despertaron» que nos abrió. Nosotros figurábamos dentro de un aeropuerto completamente cerrado y muerto. Los trabajadores llegaban a las 6:30 am. y eran las 5:00 am. Nos fuimos a un rincón de un café para intentar dormir en el suelo y no pudimos por culpa de un zancudo hijo de fruta y su insoportable banda sonora.
Fueron largas horas de espera. Nuestros cuerpos estaban desconfigurados. Y sin darnos ni cuenta, ya estábamos arriba del avión que nos llevaría de vuelta a las tierras de los masajes thai.
Y así fue como cerramos otro alucinante capítulo de nuestra larga travesía asiática.
Adios Myanmar…!
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