En el taquillero estado de California, especificamente en la puerta sur del famoso parque nacional gringo Yosemite, se encuentra un bosque encantado custodiado por gigantes. El rey de los gigantes tiene nombre, y se llama: General Sherman.

Los árboles crecen a lo alto y desarrollan co­­pas anchas porque compiten con otros árboles por la luz y el agua. Y siguen creciendo una vez alcanzada la madurez sexual, a diferencia de lo que ocurre con los mamíferos terrestres o con las aves, cuyo tamaño se ve constreñido por la gravedad. El árbol no necesita desplazarse, de modo que refuerza su estructura añadiendo con­tinuamente más madera. Dado que la búsqueda de recursos del cielo y del suelo es para ellos un imperativo constante, con el tiempo pueden llegar a adquirir un tamaño descomunal y seguir creciendo. Las secuoyas gigantes son tan enormes por su extraordinaria longevidad.

Y son tan longevas y resilientes porque han sobrevivido a todas las amenazas que podrían haber acabado con ellas. Su enorme fortaleza impide que el viento las tumbe. De hecho, los incendios be­­nefician a las poblaciones de secuoyas, ya que acaban con otros competidores y encima abren sus piñas, liberando unas semillas que consiguen arraigar gracias al sol y las fértiles cenizas. Los rayos dañan a los grandes ejemplares adultos, pero no suelen matarlos. Por todo ello, crecen en edad y tamaño milenio tras milenio.

Además, las secuoyas soportan meses de temperaturas bajísimas. Su hábitat favorito es el frío, ojalá bajo cero, con nieve en sus copas que pongan a prueba su fortaleza…nada mal, tratándose de un veterano.

El tamaño de estos gigantes te hace sentir insignificantemente minúsculo, inmersa en un cuadro como sacado de una película tipo «Crónicas de Narnia». De hecho, son tan pero tan imponentes que llamó mucho mi atención el hecho de que todos los presentes hablaban bajito y había un respeto y silencio que es difícil de apreciar en entornos tan turísticos.

Estuvimos mucho rato contemplando a los gigantes del bosque. Eran soberbios. Serenos. Parecía por momentos que estaba rodeada de enormes viejos sabios que susurraban a mi paso consejos de índole espiritual. Me pregunté cuál sería su historia tras tantas inclemencias. Reflexioné sobre su longevidad y su entereza…Y sobre lo ínfimos y vulnerables que somos frente a la naturaleza.