Salento, un colorido pueblito ubicado en el corazón del eje cafetero colombiano es un lugar que me cautivó de entrada. Quizás porque mi pulso interno conecta mejor en pueblos que en grandes ciudades. No lo sé. Sólo sé que Salento me encantó.

El ritmo transcurre lento, se respira esa energía de pueblo, donde hasta al perro le cuidan su siesta. Sus habitantes son tan amables que te enamoras de ellos tras escuchar sus “a la orden”, y los hostales más bien son casas para viajeros donde por un buen precio arriendas una habitación con baño y una maravillosa señora llamada Rosmira te despierta con un desayuno de cortesía que no estaba incluido en el precio de la habitación. Por eso, quizás, nos quedamos más tiempo del presupuestado.

salento

Este lugar nos hizo sentir como en casa y nos permitió conectar con la nostalgia que cualquier viajero siente en sus últimas semanas de un viaje de dos años.

Alrededor de este colorido pueblito recomiendo a ojos cerrados visitar un cafetal y así aprender sobre el proceso de siembra, cosecha y producción del delicioso e inigualable café colombiano. La elegida fue la preciosa finca El Ocaso, a la que se puede llegar desde la plaza del pueblo; nosotros optamos por irnos caminando (40 minutos aproximadamente).

En la finca no fuimos simples espectadores. También recolectamos frutos y nos quedó claro que detrás de una aromática taza hay toda una historia y un arduo trabajo. Al finalizar la charla explicativa del proceso de cultivo cafetero, degustamos el café más delicioso que hemos probado en nuestras vidas. Tanto así, que ni azúcar fue necesario echarle.

También aprendimos algunas cosas que nos sacaron un poco de nuestra ignorancia respecto al tema. Yo creía que el café arábica provenía de los países árabes, pero no podía estar más equivocada. Tampoco sabía que su cultivo exige condiciones especiales de suelo, temperatura, precipitación atmosférica y cierta altitud sobre el nivel del mar.

cosechaCosechando los mejores granos del delicioso café colombiano…

El valle de las palmas de cera

Otro paseo por el día es al valle de Cocora, ubicado a sólo 11 kilómetros de Salento, al cual se accede por cuenta propia o en los jeep que salen desde la plaza del pueblo. Al llegar a él es imposible no dejarse sorprender por su gran biodiversidad y riqueza paisajística de singular belleza; allí, las protagonistas son las palmas de cera, el árbol nacional de Colombia, con troncos alto y delgados que superan los 60 metros, y que se peinan (y despeinan) con la brisa que sopla por esas verdes montañas del departamento del Quindío.

Hace muchos años, este valle estaba habitado por indígenas y, de hecho, la palabra “cocora” alude al nombre de una de sus reinas. Hoy no sólo es el punto donde nace el río Quindío, sino también la entrada al Parque Natural de Los Nevados y el símbolo del billete colombiano de 100 mil pesos.

Yo recomiendo perderse, hacer caminatas y cabalgatas, y dormir bajo las estrellas del valle (porque sí, ¡también hay camping!), o simplemente sentarse a admirar la belleza del lugar mientras se disfruta de un delicioso patacón.

Si andan por el centro-sur de Colombia, pasen por aquí. Y vengan con tiempo, porque seguro que Salento los va a hechizar.

cocora