En el sexto mes de viaje por Asia con mi compañero, nos encontrábamos en Nepal, descansando en Pokhara tras una dura caminata por el Annapurna. Lo que estábamos por vivir es hoy una de las experiencias más inolvidables del viaje de nuestras vidas.

Un día, tomando desayuno en nuestro hotelito de Pokhara, uno de los chicos que trabajaba ahí, con quien tuvimos buena onda de entrada, nos preguntó qué planes teníamos para el día siguiente. Le dije que ni siquiera sabíamos que haríamos ese día y nos respondió que al día siguiente habría un matrimonio ¡y que él era el novio!

Nos estaba invitando personalmente a su boda y, por supuesto, nosotros aceptamos encantados su invitación.

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Llegó el día y nosotros, sin nada muy adecuado que ponernos, partimos con nuestras mejores tenidas. Como éramos invitados del novio, llegamos a su casa donde toda su familia estaba reunida esperando a las demás personas.

No entendíamos nada. No sabíamos qué estábamos esperando, si a la novia, al novio o a los invitados. Uno de los familiares nos puso en la frente unos arroces teñidos de rojo que representan prosperidad para la pareja. Éramos los únicos occidentales y obviamente llamábamos su atención.

El novio estaba listo y partimos todos como una gran caravana a la casa de la novia, donde se celebraría la ceremonia.

Caminamos algunas cuadras y más allá nos esperaba una micro. Arriba del techo se subieron los músicos y bailarines. Adentro, los invitados que no tenían transporte, como nosotros. Camino a la casa de la novia avanzábamos lento y, al igual que un carro alegórico, los músicos esparcían por las calles sus melodías. Hasta que un policía nos detuvo. Músicos abajo. Se subieron dentro de la micro y la fiesta continuó hasta que llegamos al destino.

Ahora sólo faltaba ella, la novia.

El novio se veía serio, nervioso, mientras esperaba a su futura mujer sentado en un sillón. Detrás de él había un altar improvisado con algunas ofrendas traídas por los familiares, como frutas y otros alimentos que representan abundancia para la pareja.

Llegó la novia vestida de rojo, con un velo que le cubría la cara. Se sentó, o mejor dicho la sentaron, frente a su futuro marido en otro sillón. Se veía asustada. Era muy joven, demasiado para nuestra cultura, pues no tenía más de 18 años. El novio levantó su velo y tiñó de rojo su frente con esos arroces colorados, “marcándola” como una mujer ya casada.

Mientras los invitados comíamos en una especie de buffet sencillo, delicioso y sin protocolos, la pareja de recién casados se sometía a horas de ritos típicos nepalís como el lavado de pies.

Ella lucía sus manos y pies con tatuajes de henna, y seguía mirando el suelo con cara de pena. A diferencia de nosotras, las occidentales, que saltamos como mono animado en nuestros matrimonios, por allá se estila demostrar la tristeza que implica no seguir viviendo con los padres.

Mientras tanto, nosotros comíamos como si no hubiese un mañana y observábamos la maravillosa sencillez de una ceremonia que en nuestro país se celebra con bombos y platillos. Bailamos y disfrutamos de una fiesta sana, sin alcohol, sin pretensiones ni parafernalias.

 

Los hombres sencillos, y las mujeres producidas…será una cosa universal?

Tras ver tantas cosas nuevas en pocas horas, llegué de cabeza a buscar a internet los significados de los ritos en las bodas hindúes y entendí varias cosas que en el momento nos dejaron colgados. Como por ejemplo:

La ceremonia tiene como núcleo los Vedas, que son las escrituras sagradas y corazón de la cultura; además de tener tres rituales casi universales: Kanyadaan, cuando el padre entrega a su hija; Panigraham, cuando los novios se toman de las manos cerca del fuego que para ellos representa la unión; y Saptapadi, que es el ritual más importante y es cuando se dan los siete pasos frente al fuego, cada paso corresponde a un voto del novio hacia la novia y viceversa. Los votos tradicionalmente se dicen en sánscrito, aunque también pueden pronunciarse en el idioma de la pareja.

Sin embargo, dos o tres días antes de que el matrimonio comience, la novia es pintada en elaborados diseños de henna, que cubren sus manos y pies; ritual que hace referencia a la iniciación de la novia en su nueva etapa y que se conoce como la ceremonia del compromiso. La mayoría de los diseños tienen relación con la buena suerte, el amor, la felicidad, fertilidad y protección de malos espíritus.

El día del matrimonio se inicia con el Baraat, que es la llegada del novio junto a sus invitados, y se caracteriza por el color, la alegría y baile de por medio. Al entrar el novio a la carpa o Mandap, la que tiene adornos de matrimonio de muchos colores, la familia de su prometida los recibe con guirnaldas de flores, dulces y regalos.

Una vez dentro de la carpa, el novio espera a la novia sentado en un trono para dar inicio a la boda, y cuando ya están sentados juntos, comienza los rituales anteriormente descritos (Kanyadaan, Panigraham y Saptapadi). Luego de realizado el Saptapadi, los novios son considerados oficialmente, marido y mujer.

Fue muy interesante descubrir cómo se celebran los matrimonios en Nepal desde un contexto opuesto al habitual y desde ese escenario, comprender que el amor es más cultural que universal.