Algunos viajeros de caminos secundarios ya nos habían hablado de los Esteros del Iberá. Que si nos gustaba la naturaleza, la fotografía y la fauna salvaje en su estado más puro, no nos lo podíamos perder. Y como visitamos el lado argentino de las cataratas de Iguazú, decidimos ir un poquito más al sur para ir a conocer el 2do humedal más grande del mundo (después de Pantanal)
Lo que no estaba muy claro es el cómo haríamos para llegar hasta allí. Así que recurrimos a nuestro fiel amigo Google maps que nos mostraba todas las alternativas. Como la vía clásica era desde Mercedes que se encuentra al sur y nosotros veníamos desde el norte, tomamos una ruta que bordeaba el parque, dándonos la posibilidad de ver muchos animalitos en el camino.
Al entrar por dicha carretera libre de asfaltos y certezas había una suerte de guardaparque que con suerte sabía que estaba parado en Argentina. Le preguntamos qué tal estaba el camino y con seguridad nos confirmó que estaba todo bien y que si llovía, se ponía un poco más complicado. Y qué tal el clima? le preguntamos suponiendo que algo sabría, pero no tenía idea. Bueno, le dimos no más rumbo a Colonia Pellegrini. Total, eran menos de 50 kilómetros y el cielo no tenía pinta de lluvia.
Los primeros kilómetros fueron como cualquier camino malo de ripio. Varios hoyos que nos hacían transitar a una máxima de 20 km/hr. Más allá el camino se puso MALO! El barro era el protagonista y algunos tramos eran evidentemente para 4×4.
Estábamos muy cerca de nuestro paraíso wild, pero lo que no sabíamos eran los tres infiernos que el universo nos mandaría a modo de peaje:
Infierno 1: El burro poseído.
Tras el primer obstáculo, del que salimos gracias a Don Bernardino y su caballo que nos sacó del barro, el cielo comenzó a lagrimear. Esas gotitas de lluvia fueron suficientes para hacer un stop. Paramos afuera de una hacienda y le preguntamos a un gaucho si no había problema de hacer noche ahí. Seguir camino con lluvia no era opción. Con la autorización del dueño, estacionamos frente a su entrada porque eran los únicos metros cuadrados secos. De lo contrario, con el peso de nuestra aguerrida Chirimoya, despertaríamos hundidos. Ahí pasamos la noche. La tormenta que se desató fue apocalíptica. La mañana siguiente, el despertar más bizarro del viaje: Un burro curioso se acercó a ver quienes eran estos desconocidos de horizontes infinitos y en un principio todo fue risas y «aaay no, que lindo y tierno burrito», Pero tras unos ladridos del Facu y algunos intentos fallidos del burro por arrancar el limpia parabrisa y espejo lateral, la escena dejó de hacernos gracia y ahora era el burro hijo de fruta. Manifestó con evidencia su descontento y nos sacó a patadas de ahí. Cuando sentimos que nuestra casita peligraba y que el burro freaky no estaba de humor, prendimos motor y huímos por ese pantano arcilloso con el burro persiguiéndonos. Hasta que se cansó y lo perdimos de vista. (lamento no tener foto del burro antisocial pero la cámara estaba fuera de mi alcance)
Infierno 2: El camino del terror que se venía.
Si el día anterior pensábamos que el camino estaba malo, lo que se venía ese segundo día era nuestra peor pesadilla. Eso no era una ruta. Era un oceano de lodo que comenzaba en nuestro punto de no retorno. Pegar la vuelta no era una buena alternativa y continuar era casi un suicidio. Salimos por segunda vez de una trampa gracias a una pareja de argentinos que venían tras nosotros en una camioneta 4×4. Se irían adelante pendientes de nosotros por si nos quedábamos atrapados de nuevo. Ahí me sentí más segura y tranquila…hasta que nos metimos en una tirada demasiado extensa y vimos desde atrás como nuestros ángeles patinaban en ese pantano.

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No. En la foto no se nota lo horrible que era el camino, pero no exagero al decir que hasta las camionetas 4×4 pasaban con muchísima dificultad. Considerar que nuestra guerrera casita con ruedas y alas es un vehículo de tracción simple.

Tal vez fue obra divina que nuestra Chirimoya no se partiera en dos ni se volcara. Don Roberto y su pareja lograron pasar pero con muchísima dificultad, pero nuestra revolucionada casita se quedo ahí, en medio de ese tramo olvidado por Dios. Ellos tenían toda la intención de ayudarnos pero retroceder para tirarnos era probablemente un suicidio colectivo. Decidieron seguir hasta Colonia Pellegrini y enviar ayuda, porque donde estábamos metidos era para salir con tractor o mediante una abducción extraterrestre. Pasaron las horas y no venía nadie. Por mientras nosotros trabajamos en los siguientes metros a punta de pala. Yo figuraba con barro hasta las rodillas sacando esa especie de greda que topaba la panza de nuestro hogar rodante.

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Hicimos varios intentos fallidos consiguiendo hundirnos cada vez más. Nos quedaba poca agua y no pasaba ni un alma por ahí. De lejos, cual espejismo de desierto vi una camioneta que venía frente a nosotros. Por suerte, quien manejaba tenía la mejor disposición y era de la zona. No le importaba mucho ayudar a citadinos inexpertos ni darle una ducha de barro a su camioneta por darnos una mano. Le costó, pero nos sacó de ahí y nos advirtió que venían tramos feos más adelante. Con el alma en un hilo fuimos surfeando cada kilómetro. Cada nuevo obstáculo parecía peor que el anterior y en uno decidimos esperar hasta que pasara alguien que nos remolcara. Ya habíamos exigido demasiado a la Chiri y a nosotros nos faltaban calorías en el cuerpo. Me puse a cocinar la salsa para una pasta que nos guiñó el ojo desde nuestra caja/despensa, y cuando ya tenía la cebolla picada en el sartén, volvió a pasar el último angelito que nos ayudó!! Pensábamos que venía de vuelta a su casa pero no, se había devuelto a ayudar a este par de desconocidos. Aprovechamos la ayuda desinteresada de ese buen samaritano, considerando que estábamos en medio de un camino por el que sólo transitaban mosquitos y burros poco hospitalarios.

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De copiloto, figuraba yo sentada con sartén con cebolla picada en mano. Por si fuera poco, el Facu por mientras yo cocinaba se había acercado demasiado a un caballo muerto y emanaba un olor a muerte putrefacto. A punta de arcadas y risas pasamos con éxito las últimas lagunas del camino.

DSC02356La felicidad de salir de esa maldita trampa de barro.
Infierno 3: La vida del Facu y la de mi compañero en serio riesgo!!
Cuando al fin llegamos a Colonia Pellegrini, nos fuimos a instalar al camping más hermoso del mundo. La ducha era urgente y necesaria. Estábamos agotados. Había poquita gente. Sólo nosotros y 2 parejas más: una de Suiza y unos chicos de Mendoza. Todos muy buena onda. Vinito Malbec mendocino, buena conversa. Todo bien! Pero a la mañana siguiente, mientras yo preparaba el desayuno, mi marido sacó al Facu a hacer pipí. Tenía que estar amarrado por la cantidad de carpinchos sueltos. El carpincho es el roedor más grande del mundo y pueden llegar a pesar 60 kg.

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Los bichos esos eran algo completamente nuevo para el Facu y él ante lo nuevo, es un cachorro que no mide consecuencias. Apenas vio uno se volvió loco! Se safó no sé cómo de su correa y el carpincho arrancó tirándose un piquero en la enorme laguna del humedal que bordea el camping.

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Las aguas de los Esteros del Iberá además albergan a yacarés (una especie de cocodrilo) y ahí se fue a meter el Facu tras el carpincho. Sí. El perro loco se tiró al agua!! Mi compañero desde afuera lo llamaba y lo llamaba. Hasta que el Facu dió la vuelta para volver. El problema fue que al Facu se le enredaron sus patitas en los juncos mientras nadaba. Desesperado por no poder salir comenzó a chapotear y a ladrar. Mi marido corrió en busca de un kayak pero no habían remos! Volvió y vió que el Facu ya no ladraba y estaba más hundido, con parte de su hocico afuera. Su hijo de 4 patas se estaba ahogando frente a sus narices!!! Sin saber si los carpinchos y los yacarés atacan, bloqueó todo pensamiento, se sacó las zapatillas y pantalones y se lanzó a salvar a nuestro perrhijo, mientras yo, con el desayuno listo me preguntaba por qué se demoraban tanto. De pronto llegó mi amado, pálido, empapado, con el Facu en brazos y con sobredosis de adrenalina. «Acabo de vivir la experiencia más límite de mi vida negra» me dijo.
Esa mañana nuestro viaje se pudo haber ido al mismísimo carajo. Ese día el Facu pudo haber muerto o yo pude quedar viuda o con un marido sin piernas. Gracias a Dios y a las carambolas del destino, no pasó nada y toda esta historia quedó como otra gran anécdota!

sunsetEl premio después de tantos obstáculos…
Porque viajar también es esto…y a veces el camino te pone a prueba para justamente superar esos obstáculos y confirmar que lo que no te mata te hace más fuerte.