Hace ya 5 años, CNN Money posicionó a Chile como a uno de los países que trabaja más horas
semanales, siendo además el menos productivo.
No obstante, al otro lado de la moneda, se encuentran países que cada vez más promueven jornadas
de trabajo acotadas, aunque igual o más productivas.
A diferencia de Chile, existen muchas naciones que han logrado implementar un concepto de bienestar
basado en el goce del propio tiempo, sin afectar la productividad de las compañías.
En nuestro país se trabajan 2.120 horas al año, y casi un 20% de la población trabaja más de 50 horas
a la semana.
Entrar a las 9 y volver a casa ya entrada la noche es parte del instaurado y poco eficiente sistema de
horas laborales implementado por décadas en nuestro país y desde hace unos años está siendo
internacionalmente enjuiciado para replantear las cosas desde otra mirada.
Pero, ¿Cuál es la receta de aquellos países donde menos es más?
En primer lugar, se valora la eficiencia por sobre lo reglado; es decir, el alcance de las metas, y no
necesariamente la permanencia en una oficina. Se trata de modelos principalmente europeos donde el
cumplimiento de metas y la gestión eficaz de las compañías no están orientadas sólo al número de
horas que un trabajador permanece en un escritorio, sino a la satisfacción de las personas que integran
una empresa. Y justamente ese fomento del bienestar es el ingrediente esencial de la ecuación «menos
cantidad – más calidad».
Así es como países como Alemania, Dinamarca, Holanda, Finlandia, Canadá…y la lista sigue, son
ejemplos aplaudidos de sociedades en donde las personas y su tiempo de ocio se cuidan para
promover la calidad y productividad de sus trabajos.
Más allá de las remuneraciones, dichos países se enfocan en la calidad de vida y felicidad de sus
empleados, dándole valor al tiempo libre y al desarrollo familiar. Y es que la sabia y certera creencia es
la siguiente: Una persona feliz y con tiempo para él y su familia, puede ser mucho más proactivo, creativo y
asertivo a la hora de tomar decisiones y ejecutar tareas.

Mi experiencia

En Vancouver Canadá, tuve la suerte de vivir un año gracias a la visa Working Holiday, que consiste
básicamente en vivir y trabajar durante un año legal en el país. Chile tiene acuerdos hoy con Nueva
Zelanda, Australia, Alemania, Dinamarca, Canadá y hasta países desarrollados del continente asiático
como Japón se han sumado. Hoy ya es tendencia entre los jóvenes menores de 35 años postular a
estas visas que te dan la oportunidad de vivir esa enriquecedora experiencia. Los trabajos que se
ofrecen para inmigrantes son básicos y de sueldo mínimo, pero probablemente sean laburos que en
Latinoamérica no haría ni loca, considerando que un mismo puesto de trabajo en Chile por 45 horas
semanales tiene un sueldo de $300.000 pesos /versus 25 horas semanales por $900.000 pesos.
Tener distintos horarios, 3 días libres cada 4 de trabajo, un sueldazo en un laburo que en mi país es
mirado a menos, fue algo que inevitablemente abrió de par en par mi cabeza… tan condicionada al
entorno al que solía desenvolverme.

Una ciudad inclusiva es gay friendly…nos guste o no…

Comencé inevitablemente a percibir cosas y detalles cotidianos que siempre soñé tener en mi ciudad:
seguridad, más igualdad, empatía, un sentido de comunidad potente, una calidad de vida que te permite
trabajar y vivir muy bien, y ambientes laborales gratos donde el “jefe” o “señor” no existen, sino que
todos te tratan por tu nombre; que en un mismo barrio –con casas sin rejas– vivan el doctor, el jardinero,
la actriz que además es baby sitter, el estudiante que trabaja de mesero y el gerente de una empresa; donde los
currículums son sin foto, estado civil ni edad, demostrando ser un país inclusivo que no discrimina;
donde el reciclaje es algo que hacen TODOS y existe un sistema de transporte para no creerlo, además
de tener tiempo para almorzar un martes en el parque o alguna playa, sueldos por hora y el aire más
limpio que he respirado.


Calidad de vida le llaman. Y Vancouver por años ha sido elegida en los primeros lugares del ranking de «Mejores ciudades del mundo para vivir».
Aprender a ser puntual y adaptarse a una cultura tan organizada y a un esquema tan bien estructurado,
es un lujo pero también un desafío. Porque allá la hora de entrada y salida es a la hora, ni un minuto
más, ni un minuto menos. Y la atención al cliente es de un nivel que ya quisiéramos en Chile.
Vivir y trabajar en Canadá me dejó repleta de aprendizajes y muda en palabras. Hay que vivirlo para
poner en perspectiva la realidad de la que provienes.
Y es que una experiencia de esa envergadura te cambia el switch para siempre, y quienes regresamos
a casa debiéramos ser ese cambio que soñamos ver algún día. Porque una cosa es viajar e
impregnarse de mil culturas diferentes, pero vivir y trabajar en un país que tiene todo lo que uno quisiera
para el suyo, es otra cosa.

El aplaudido modelo danés

Arbejdsglaede no es un garabato o una palabra inventada, sino un concepto por el cual los daneses se sienten muy orgullosos. Se trata de la felicidad en el trabajo, algo que en ese país tienen muy presente. Reconocida por OCDE como el séptimo mejor estado para trabajar en el mundo, Dinamarca se lleva los aplausos no sólo por sus considerables remuneraciones, sino también por la preocupación del gobierno y las propias empresas por mantener la armonía y el bienestar de los empleados en su lugar de trabajo. Es por eso que las horas laborales en la semana no
superan las 35, existen políticas sociales que consideran 52 semanas remuneradas de permiso para maternidad y además cada ciudadano posee un seguro de desempleo que asigna hasta por dos años un 90% de su salario original, incentivando así a las compañías para que se preocupen, traten bien y retengan a sus trabajadores con buenas prácticas, ya que para un danés promedio, su Arbejdsglaede es algo que se debe mantener en alto.

Sin duda este es un tema a considerar que puede ser esencial para cambiar el paradigma del trabajador
exhausto, poco eficiente, estresado y sobrecargado que hoy reina en el escenario chileno. Y no sólo
eso. Es también una oportunidad que muchos países del continente miran con atención para poder
llegar con nuevos aires a la tan añorada productividad.