El lago más grande de Sudamérica es el titicaca. En tamaño le sigue el lago general carrera, el más grande de Chile, y probablemente el más hermoso también. Su color turquesa es casi una alucinación para quienes lo ven por primera vez. Yo no lo conocía y me recibió en un día hermoso, soleado, con nubes, lluvia y arcoiris a orillas de bahía murta. Nuestra siguiente parada fue puerto río tranquilo, parada obligatoria para quienes quieran conocer en profundidad el milenario capricho de el general carrera: las famosas capillas de mármol.
Estas formaciones rocosas comenzaron a formarse hace 300 millones de años (sí…leyó bien) A lo largo de milenios, el viento y el agua azotaron con fuerza las piedras calizas hasta que dejaron al descubierto los estratos de mármol, aflorando distintas cavidades y grutas con minerales como carbonato de calcio, cuarzo y limonita que ofrecen una sinfonía de colores fríos como las aguas que las bañan.
Los días que nos tocaron fueron un regalo. Pero el obsequio más grande fue hacer el tour de navegación por el lago y exploración interna de las capillas con la agencia “Súbase Guachita”. El paseo, que dura 3 horas, fue para nosotros de todo un día. Nos metimos adentro de la catedral, de las capillas y de sus curvilíneas cuevas, gracias a su pequeña embarcación que podía internarse a chusmear cada rincón de esa obra esculpida por el paso del tiempo.
Para variar, el clima nos acompañó como siempre y no había nada de viento. Y pese a estar flotando sobre una de las aguas más gélidas del país, osamos meternos con unos gruesos trajes de neopreno para no morir congelados en el intento.
Ahí, con equipos de snorkel, el grupete que armamos para tal hazaña, compuesto por una pareja de suiza y Francia, dos amigas de Alemania y USA, nuestro espectacular guía Daniel, y Pancho, el buzo estrella y capitán de la embarcación, sumergimos nuestras humanidades a las frías aguas turquesa del apuesto General Carrera.
Debo confesar que me salí al segundo de meterme porque mi traje me quedaba suelto y sentí al hundirme, como si alguien en venganza me hubiese tirado un baldazo de hielo sobre el torso. Desde el cuello, hasta las rodillas sentí como si la sangre se me congelara y me salí con un dejo de frustración por no disfrutar la experiencia. Pero las vistas, el solcito que me volvió el alma al cuerpo, la compañía y las esculturas de mármol que me rodeaban hicieron que el frío se diluyera de a poco, y así, desde l bote, me quedé fotografiando ese museo flotante.
La imaginación nos permitió percibir formas rocosas como la cara de un perro, un elefante, una tortuga y algunos perfiles humanos.
Con ustedes, la cara de perro. Se puede apreciar de perfil en la esquina izquierda.
Sin darnos ni cuenta, se nos fue la tarde en medio de esos turquesas y maravillas milenarias, y por si fuera poco, Carlitos, el dueño de la agencia, nos llevó a sus cabañas, nos ofreció una ducha, nos invitó a un típico asado de cordero patagónico y nos dejó dormir en una de sus increíbles cabañas!! Todo a cambio de unas fotitos, un video con el drone del paseo anteriormente descrito, y publicidad en las redes sociales del blog.
Ni les cuento lo feliz que estaba el Facu con los huesos de ese cordero, y lo satisfechos que nos fuimos a dormir esa noche.
A la mañana siguiente tocó despedirse y agradecer. Nuestra brújula -obsesionada con el sur- debía seguir camino, pero Daniela, una seguidora del blog a quien conocimos en las amables calles de Puerto Río Tranquilo, nos dió vuelta el mapa sugiriendo un camino que terminó siendo el más bello que transitamos en la región de Aysén: rumbo al glaciar exploradores y al parque nacional laguna San Rafael, ruta de la que les hablaré en un próximo post 😉