Siempre me encantó la arqueología, historia y antropología y cuando estaba en el colegio no podía alucinarme más la cultura maya. En esa época, tuve la suerte de ir con mi familia a Chichén Itzá en México y desde ese día -18 años atrás- se insertó en mi tarjeta de memoria personal un sueño bastante peculiar: Amanecer algún día sobre una pirámide maya en medio de alguna selva centroamericana.
Me pasaron a buscar a las 3 AM a mi hostal en Flores, Guatemala, y junto a un grupo de viajeros partimos rumbo a Tikal, uno de los principales yacimientos mayas del país y del mundo.
Llegamos aún de noche y, mientras todos pagaban el café más caro de sus vidas, yo me alejé del ruido humano para grabar los sonidos de la naturaleza. De no saber que lo que escuchaban mis oídos eran los famosos monos aulladores, hubiese pensado que en vez de llevarme a Tikal me habían llevado a Jurassic Park. Y, efectivamente, al rato después nuestro guía nos contó que Steven Spielberg, el director de la película, había ido hasta allá a grabar los sonidos de dichos monos, que resuenan a kilómetros de distancia como dinosaurios al acecho. Tal vez a eso se deba que, en lengua maya, Tikal signifique “Lugar de las voces”.
Partimos caminando en medio de la selva oscura (la linterna es necesaria) hasta que llegamos al nacimiento de una escalera que conducía al templo IV, el más alto de Tikal y el segundo más alto del mundo maya. Ahí nuestro guía nos dejó seguir camino, advirtiéndonos que estábamos en un sitio sagrado y que lo que estábamos por vivir sería inolvidable si guardábamos silencio. Comenzamos a subir a ese palco preferencial donde en los próximos minutos nos convertiríamos todos en paparazzis disparando al cielo y a la selva a nuestros pies.
Al prender mi cámara, la pantalla me mostró el mensaje más aterrador que alguien puede recibir en un instante así: “No SD card inserted”. La noche anterior me había quedado escribiendo en mi blog y había dejado la tarjeta de memoria de mi cámara puesta en el computador. Casi me pongo a llorar. Casi me tiro pirámide abajo. Casi se me sale el corazón. Pero cuando respiré profundo y me calmé, pude ver todo con claridad y recordé haber puesto una tarjeta de respaldo “porsiaca” en un bolsillo de la mochila. Ahí estaba, esperando ser usada para retratar ese gran sueño.
A las 5:30 comenzó a aclarar. Frente a mis ojos tenía 1.600 hectáreas de historia y de frondosa selva, y sobre las copas de los árboles aún dormía una densa niebla que le daba un toque mágico y místico a la escena. Si a eso le sumamos los sonidos de cientos de aves, grillos, sapos y los grandes protagonistas de la banda sonora, los monos aulladores, el panorama era similar al de la película Gorilas en la niebla, filmada en el Congo.
En medio de esa jungla se alzaban por entre medio de los árboles dos pirámides que me recordaron que estaba en tierras mayas. Sobre éstas, el cielo se tiñó de una gama de rosas haciendo más perfecto aún el cuadro. Mi emocionado cuerpo no supo cómo reaccionar ante tal belleza y soltó unos lagrimones frente a ese tremendo espectáculo. Después dejé a un lado la cámara, me senté en posición de loto y medité en la cima de la pirámide, permitiéndome entrar en sintonía con el entorno y su potente energía ancestral. Me sentí inhumanamente feliz, pero algo faltaba: compartir ese instante con quien más amo. Ahí comprendí lo cierta que es esa cursi frase que afirma que la felicidad es más feliz cuando es compartida.
Algunos consejos si vas a ver el amanecer en Tikal
- El tour sale 120 quetzales e incluye el traslado de puerta a puerta, pero no la entrada. Ésta cuesta otros 150 quetzales (alrededor de 18 dólares), pero por entrar antes de las 6 AM se deben pagar 100 extra. Ese día mi billetera sufrió un colapso financiero, pero cada quetzal valió la pena.
- Si tu presupuesto es escaso como el mío, asegúrate de llevar agua y algunos snacks que te permitan sobrevivir entre las 5 AM y las 12 PM. Dentro del parque todo vale el triple.
- Si vas al amanecer, ten en cuenta que el primer bus se devuelve a Flores las 11 AM y el último a las 3 PM.
- Antes de llegar, báñate en repelente de mosquitos, porque son bravos. Además, lleva linterna, bloqueador, un gorrito y ten a mano papel higiénico, que escasea en la mayoría de los baños.
- Asegúrate de tener tus baterías bien cargadas y la tarjeta de memoria dentro de la cámara; en otras palabras, no seas pelotudo como yo 😛
- Y si eres friolento, lleva un polerón o corta viento delgado. Ya había olvidado la sensación de tener una pisca de frío, porque me había aclimatado a los 35 °C.
- Sé respetuoso y recuerda que estás en lugar sagrado con miles de años de historia. No rayes las piedras con un “Viva Chile” ni con un “Lucho te amo”. Sé empático y guarda silencio, tal vez quien está a tu lado está cumpliendo un gran sueño. No le arruines su momento.